Survival Horror

Survival Horror

miércoles, 14 de diciembre de 2011

5. PSICOLOGÍA EVOLUTIVA

Era imposible conciliar el sueño, cuando parecía que conseguía relajarme en este  taller de humanos, se encendía una nueva sierra mecánica o un nuevo golpeo me sobresaltaba. Horas más tarde, tumbado en mi colchón, me había acostumbrado a los alaridos que seguían a aquellos ruidos, pero al principio podía sentir el dolor de aquellas personas en mis propias carnes. No era un grito fingido como en la tele, era pasional, de dolor pero de miedo por verte desmembrado mientras todavía agitas tu cabeza inútilmente. Aquellos segundos en los que, siguiendo vivo, te das cuenta de que aun siendo inmortal, sin extremidades no servirías para nada. Entonces venían los llantos hasta que se ahogaban en su propia sangre.
            Tortuga parecía tranquilo y despreocupado, sin embargo a mí me venían cientos de preguntas a la cabeza. Sentí la necesidad de moverme, pero no podía hacer nada. Entonces recurrí a ese instinto humano de consolarte en alguien que sabías que estaba tan jodido como tú, una curiosa forma de aceptar la situación. Alegrarse por no ser el único que está jodido.
            -Deberían darme el puto Premio Nobel de la empatía. –Pensé.
-Tortuga, necesito hablar contigo. ¿Cómo puedes estar tumbado en tu cama tan tranquilamente? ¿Es que no te horroriza este lugar?
-¿Me horroriza? –Se preguntó a si mismo con las manos enlazadas, siguiendo tumbado y con los ojos cerrados. –Por supuesto. –Pero a pesar de ello permanecía impasible en su cama.
-¿Y entonces? ¿Por qué estás tan tranquilo?
-Hijo… no sabes cuánto tiempo llevo aquí, todo lo que he llorado y gritado a los enfermeros que me saquen de aquí. Mírame, soy muy mayor, he empleado bien mi vida, ahora ya estoy vacío, lo he dejado todo, no me quedan gritos ni llantos, solo compasión… ¡Auto! Compasión.
-Lo siento mucho Tortuga… -Miré al suelo, comprendiendo su situación, el tiempo que había perdido aquí ese hombre. –Pero yo todavía me resisto a quedarme aquí, necesito saber dónde estamos, saber cómo salir. ¿Es que nadie ha escapado nunca de aquí?
-Por suerte para ti, creo que podré responderte, soy una de las pocas personas aquí que podrán hacerlo. Solo tienes que…
¡Ñiaaaao! ¡Aaaaaagh! Más sierras y alaridos lo interrumpieron. Calló un segundo y luego reanudó su conversación tranquilamente.
-Esperar un minuto y sabrás dónde estás, mientras tanto, es posible que te interese ojear este libro. –Sacó un libro de debajo de su almohada. –Es el único material de lectura que nos dan, habla sobre este lugar.
-Gracias Tortuga. ¿Y qué hay sobre escapar?
-Eso es más difícil, en todo el tiempo que llevo aquí, solo hay una persona que consiguió escapar. Ocurrió recientemente, pero aquí ya es una leyenda. No se cómo lo hizo, pero esa mujer consiguió lo que todos querían y nadie pudo.
-¿Mujer? –Pregunté, era la primera mujer de la que oía hablar en tiempo.
-En efecto, una mujer bastante guapa y joven como tú. Yo apenas coincidí con ella, solo se que iba buscando a alguien. Pero no puedo darte más detalles, no se cómo escapó ni nada más sobre ella.
Podían haber sido miles de chicas diferentes, pero yo solo podía pensar en Sharon. ¿Y si estuviese viva? Acallaba esa vocecita en mi interior que me sugería que las posibilidades de que fuese ella eran más que remotas. Para mí, era Sharon. Y ahora la tenía que encontrar.
Me tumbé de nuevo a ojear aquel libro que me había dado. Era una especie de biografía de alguien, su título era: “Vida y obra del Dr. Steinman”. Justo cuando leí el título, otro alarido pasó casi inadvertido para mí. No le presté atención, pero fue quizás un augurio de lo que me esperaba dentro de ese libro.
Ese tal Steinman… era un loco. Había alcanzado tal locura al convertirse adicto a una droga extraña. Hasta entonces fue un respetadísimo cirujano que acabó creyéndose un artista, y que los cuerpos sobre los que operaba eran los lienzos sobre los cuales desarrollaba sus ideas. No pude evitar fijarme en la evolución de sus comentarios que denotaban una grave locura producida por esa droga a la que él llamaba ADAM, y un tal Ryan, un mentor espiritual que parecía ofrecerle límites más allá de la moral establecida por el ser humano:
1. Ryan y ADAM, ADAM y Ryan. ¿Todos estos años de estudio fui realmente un cirujano hasta que los conocí? Cómo trasteábamos con nuestros bisturís y nuestra moralidad de juguete. ¡Sí! Podíamos eliminar un furúnculo por aquí, reducir una napia por allá, pero... ¿podíamos cambiar algo de verdad? No. Pero el ADAM nos da los medios para ello. Y Ryan nos libera de la falsa ética que nos coartaba. Cambia de aspecto, cambia de sexo, cambia de raza. Es todo tuyo para que lo cambies, y de nadie más.
2. Con las modificaciones genéticas la belleza ya no es una meta, ni siquiera una virtud. Es una obligación moral.
3. ¿Obligamos a los sanos a vivir con los contagiados? ¿Mezclamos al criminal con el respetuoso de la ley? ¿Entonces por qué se permite a los feos socializar con los bellos?
4. ¿Porque tenemos dos ojos? ¿Lo exige alguna ley? Dos brazos, dos piernas, dos orejas, dos pechos...
5. Cuando Picasso se aburrió de pintar a gente empezó a representarlos como cubos y formas abstractas. ¡El mundo lo calificó de genio! He pasado toda mi carrera de cirujano creando todas las mismas formas trilladas una y otra vez: La nariz respingona, el hoyuelo en la barbilla, los grandes pechos... ¿No seria maravilloso poder hacer con un bisturí lo que ese viejo español hizo con un pincel?
¡Clink! Un ruidito sonó por el pasillo, un altavoz carraspeó y saltó una grabación por megafonía: Demos la bienvenida a nuestros nuevos pacientes al Hospital Psiquiátrico Doctor Steinman. Les prometo que pronto alcanzarán la felicidad.
-¡Tortuga! –Grité. –¿Es el Doctor Steinman el que habla por megafonía?
-Jajaja, estaba intrigado. Me preguntaba cuánto tardarías en hacerme esa pregunta. Por suerte para todos nosotros, la respuesta es no. Pero por desgracia, el director de este hospital es alguien tan loco como él. Un fanático de su ideología, un seguidor fiel de Steinman, como ya habrás podido comprobar. Es psicólogo, o al menos lo era… Se llama Jack Lobineau, y se dedica a moldear mentes sin reparar en los daños, buscando solo su progresión profesional. Intenta acercarse lo más posible a su ídolo, siendo, hasta ahora, un esfuerzo en vano. Lo único que ha conseguido ha sido lobotomizar a cientos de humanos, dejándoles como ovejas sin pastor en una habitación. Babeando como capullos que no saben adonde van.
-Vaya… eso es, como poco, espeluznante. Pues no pienso dejarle mi cerebro para que lo moldee, pienso salir de aquí. Voy a liar una buena hasta que me saquen o partiré estos barrotes a mordiscos si hace falta. Pero saldré de aquí, como sea… tengo que encontrar a aquella chica. No la pienso dejar escapar.
-Veo que andas buscando a esa chica, ¿eh? ¿Quién soy yo para negarme a prestar ayuda? Tampoco puedo contarte mucho, pero te ayudaré. Si gritas, solo puedes conseguir dos cosas, una es que nadie te haga caso, y otra es que cabrees a los enfermeros y seas el primero en: ¡Dios mío! Me falta un brazo y no puedo andar derecho porque no siento las piernas, ¡ups! También me falta un trozo de cerebro, ¿Puede que eso tenga algo que ver? Oh mierda, soy un capullo baboso. –Todo eso lo dijo con un tono burlesco, haciéndose el cojo y manco, entendí que imitaba a uno de los pacientes, digamos… ejecutados. –Tú ya me entiendes, ¿Verdad amigo?
-Sí… supongo…
-Con un poco de suerte te ocurrirá lo segundo y no tendrás que aguantar aquí tanto tiempo como yo. Por cierto, lo dudo mucho, pero si consiguieses escapar, busca un pabellón que tiene como nombre “Granja”. Ahí hay un túnel secreto hacia la salida.
-Muchas gracias, Tortuga. Cuando salga, pienso volver a sacarte de aquí.
-Bah, solo espero no tener que moverme mucho, ya no estoy para muchos trotes, pero gracias. –Me guiñó el ojo, y luego lo posó sobre mi pierna. -¿Qué es eso? ¿Qué te ocurre en la pierna, chico?
-No lo se, me pica mucho últimamente y me han salido estos… ¡Joder! ¿Qué pasa?
Los bultitos que tenía en la pierna empezaban a moverse espasmódicamente, empezaba a ser algo preocupante.
-Chico ¿Dónde has estado últimamente?
-No lo se, ahí fuera está todo sumido en oscuridad y lleno de criaturas.
-Reptantes… Es un momento jodido para tenerlos.
-¿Qué? ¿Quieres decir que eso son huevos de reptantes?
-Sí chico, créeme, sé lo que me digo. ¿Te han mordido últimamente?
-Lo cierto es que sí, hace un tiempo ya. ¿Crees que serán huevos? ¿Tengo crías de esa mierda dentro de mí?
-Apostaría mi viejo brazo a que sí. Te voy a dar un consejo, chico. Cuando salgas de aquí, córtate con un cuchillo o algo, sácatelos. Sé que será feo y doloroso, pero lo sería más tener que cortarte la pierna. Mira:
Tortuga enseñó su brazo, concretamente una cicatriz.
-Yo también tuve esas malditas lombrices, pero como ves, mi piel no es tan joven y flexible como la tuya. Ya sabes qué hacer. Ahora, márchate antes de que sea demasiado tarde.
-Lo intentaré Tortuga, muchas gracias por todo.
Pasé horas sentado en el suelo, cogido a los barrotes, sabiendo a lo que me enfrentaba. Podía haber sido alguien con sangre fría, mantenerme sereno y controlar la situación. Pero ése era Meatball, yo era un histérico descontrolado. Me arriesgaba a que me chupasen el cerebro, a ser un conejillo de indias más de entre los centenares que Lobineau creaba.
Estaba nervioso, tanto que quería vomitar, eso me daba mucho más miedo que la muerte. ¿Qué pensaría Sharon si me viese en aquel estado? Ya no me querría, estaba convencido de ello. No me quedaría nada por lo que vivir, y por mi falta de capacidad de raciocinio, me vería obligado a hacerlo.
Miré a mi alrededor, las paredes estaban salpicadas por la sangre de los pacientes. Me pregunté por qué el suelo solo tenía una ancha línea central de sangre, y entonces un grito me resolvió la duda.
Dos enfermeros arrastraban por los brazos a alguien, estaba desnudo y llorando, gritando como un cerdo el día de la matanza. Tenía el cuerpo lleno de cortes, no tenía pelo, estaba completamente desfigurado. Su piel se caía a pedazos y sus huesos crujían.
-¡Eh! Vosotros dos, capullos. –Grité a los enfermeros. Pude advertir que la voz me temblaba, así que la aclaré antes de continuar. -¿Vuestra madre debía de ser una zorra verdad? Porque me dijo que sus hijos eran unos desgraciados.
Escuché a Tortuga reírse detrás de mí. Me giré para verlo y cubrió la cabeza con su sábana, no quería saber nada.
Los enfermeros se detuvieron en la celda de enfrente, la abrieron y arrojaron al cuerpo que arrastraban, todavía desangrándose y gimiendo de dolor, con los huesos completamente rotos, casi sin forma alguna. Era como una pasta amorfa tirada en el suelo.
-Eso es, pasad de mí, porque si me hacéis caso os mataré. Sois unos gordos de mierda, estoy convencido de que la tenéis tan pequeña que ni siquiera os la podéis ver. ¿Eh? ¿Tengo razón? Sois tan inútiles que se os escapa una chica.
-Eso fue algo que pareció llamarles la atención. Los dos se detuvieron y me miraron fijamente con sus ojos inexpresivos. Eran como enfermeros zombies con un delantal de carnicero. Increíblemente corpulentos y parecidos unos a otros. Llevaban puesta una mascarilla todo el tiempo ocultando la mayor parte de su cara.
Oí cómo uno de ellos emitía un sonido más propio de un borrego enfermo y deprimido. Yo continué, les había tocado la fibra.
-Menos mal que lleváis mascarilla, porque estoy seguro que sois tan feos que la chica se escapó para no tener que veros. A mí no se me habría escapado, la conozco, porque soy una persona normal, no como vosotros, estúpidos seres andrajosos.
Se acercaron y sacaron un llavero con un número incontable de llaves, parecía que iban a abrir, aunque seguramente fuese solo para apalearme. Mientras un enfermero abría el cerrojo, el otro acercaba una camilla y yo empezaba a temblar, me callé inmediatamente, no porque no quisiese seguir, sino porque el miedo me impedía articular una palabra más. Empezaba a arrepentirme, y decir cualquier cosa temblorosa y aparentar ser estúpido no iba a mejorar nada. Así que callé.
La puerta se abrió y su poderosa mano cayó sobre mi hombro y me apretó con fuerza. Pronto sentí un dolor insufrible y me vi arrodillado para soportarlo mejor hasta encontrarme completamente reducido en el suelo, y todo con una sola mano. Fui sacudido y tumbado en la camilla. Ahí fui atado fuertemente y aquellos enfermeros me llevaron con ellos.
Por el camino pensé en qué estaría pensando Tortuga al verme atado así. Probablemente pensara: Pobre crío, ya la ha cagado. Y probablemente tuviese razón.
Miraba todo lo que sucedía a mi alrededor, más celdas con gente encerrada, pequeños quirófanos con enfermeros de prácticas, gritos y herramientas oxidadas. La sangre era un tema común en cada uno de esos lugares. Ahora con mucho más miedo pregunté:
-¿Adonde me lleváis? ¿Qué vais a hacer conmigo? Decidme algo. No me cortéis como a los demás.
Para la gente de las celdas, yo era uno más de los elegidos para ser lobotomizado. El ya clásico hombre desesperado que lanza preguntas en vano a los enfermeros, sabiendo que no lo iban a soltar. Habrían visto pasar antes a muchos como yo, pero desde aquí se veía de otra forma. Solo entonces me di cuenta de lo poco que me preocupaba la gente que, como yo, atravesaba el pasillo camino de su peor pesadilla.
Entonces escuché su voz una vez más:
-¡Cojones! ¿Eres tú, Cojones?
-¡Meatball! Te encontré, por fin. Diles a estos que paren, ayúdame Meatball. ¡Ayúdame! –Grité.
Cuando me quise dar cuenta, sentí que nada me importaban las apariencias, lo dije llorando porque así me lo pedía el cuerpo, y eso era lo único que importaba.
-Tranquilo Cojones, te ayudaré, todavía no se cómo. Pero te sacaré de ahí. –Me gritaba desde lo lejos, los enfermeros no se detuvieron, y ya desde una distancia considerable escuché. –Siento haberte dejado solo en el bosque, no tuve elección. Lo siento mucho amigo, siento haberte fallado.
Entonces alguien pareció golpearlo para que callase, y lo consiguió. Los enfermeros me llevaron hasta una sala diferente a las demás, bastante ancha y con un proyector delante de mí. Los enfermeros me dejaron en mitad de la sala y desaparecieron, el proyector se encendió y empecé a ver un video explicativo.
En él, aparecía un hombre con bigote sentado en una butaca, fumando una pipa. Hablaba con una tranquilidad que aparentaba no ser tan loco como realmente estaba. A su lado había uno de los gigantescos enfermeros, encorvado sobre sí mismo, con los brazos caídos y mirada perdida. Tras dar unas caladas, el hombre se levantó y empezó a hablar con emoción, como si creyese profundamente en aquello que cuenta y quisiese convencerme, como la demostración de un experimentado ponente en una conferencia:
-La belleza ya no es una meta, ni siquiera una virtud. Es más bien… una obligación moral. Una… maldita obligación… -Se recreó con esas palabras como si le recordasen cosas horribles, parecían sentarle mal. –Eso dijo el Doctor Steinman, y yo, Jack Lobineau, Psicoterapeuta en el HPDS (Hospital Psiquiátrico Doctor Steinman) solo soy uno de sus fieles seguidores. Cuánta razón tenía ese humilde cirujano plástico. Un día me dije a mí mismo, sería un ser humano terrible si no contribuyo a la gran obra que Steinman inició: la psiquiatría. Mi disciplina me da la oportunidad de buscar la evolución de las personas a otro nivel superior, como Steinman hizo. Tengo la oportunidad de que un peldaño de la evolución lleve mi nombre inscrito en él para toda la eternidad.
Jack Lobineau… Sería maravillosamente duradero. Jack Lobineau, el psicoterapeuta más grande de todos los tiempos.
Me pregunté, ¿Cómo podría ayudar yo, desde mi campo, a esta evolución? Steinman hizo que la belleza fuese una obligación, yo haré lo mismo de la felicidad. Crearé mentes felices para todo el mundo, habrá algunos fallos por el camino, nadie es perfecto, pero serán valientes héroes sacrificados en nombre de la evolución.
¿Por qué está usted aquí? Se preguntará. Bien, si ha sido llevado a esta sala especial de operaciones, solo puede indicar una cosa: mal comportamiento. Si usted se niega a colaborar con los enfermeros, entiendo que no desea usted ser feliz. Y ahora la felicidad es un estado obligatorio, de modo que no veo más remedio que castigarle severamente. –Dio unas caladas a su pipa antes de continuar. –Quiero que sepa usted que va a sufrir mucho, dolor, tristeza, nostalgia, todo. Añorará ciertas partes de su cuerpo que le serán amputadas, incluso de su cerebro. De hecho, usted esta viendo este vídeo para ser consciente de todo ello.
Debido a su mal comportamiento, se le administrará una ligera dosis de anestesia para reducirlo y entonces mis fieles enfermeros empezarán tranquilamente su trabajo de la forma que puede apreciar en este video.
El resto del video fue una horrible demostración de lo que me esperaba, realizada con un sujeto vivo. Vi como solo le administraban la anestesia necesaria para atontarlo y que continuase consciente mientras le cortaban. Extrajeron su pene, rompieron sus extremidades, algunas se las amputaron… dejaron agujas pinchando sus retinas. Pero esto era solo una parte de todo lo que le ocurrió luego. Y ahora era mi turno.
Los enfermeros acercaron una mascarilla a mi cara. Intenté resistirme, pero de nada servía, estaba bien atado y a los enfermeros no les importaba lo que gritase, no podía hacer nada. Traté de no respirar bajo aquella mascarilla. Me puse colorado, sentí mi cabeza palpitar hasta que, obligado por mi organismo, inhalé una enorme bocanada de aire, intentando recuperar todo lo que no había respirado segundos antes.
Cuando me quise dar cuenta de lo que acababa de ocurrir mi, cabeza ya daba vueltas. Cada sonido tenía un eco estremecedor, potente y duradero. Una voz fuerte sonó, su mensaje me fue indescifrable. Seguidamente una herramienta quirúrgica cayó al suelo. Giré mi cabeza para intentar ver algo, pero mi cuello no daba más de sí, así que intenté girar mi cuerpo dentro de aquellas ataduras que me mantenían unido a la camilla.
La camilla cayó al suelo de lado por mis movimientos, el ruido estuvo a punto hacer estallar mi cabeza. No pretendía aquello, pero había volcado la camilla, y poco a poco, fui notando que me había golpeado la cabeza en la caída. Tardé mucho en descubrir que aquella substancia de sensación cálida que corría por mi cabeza, no era otra cosa que sangre.
A pesar de la anestesia empecé a sentirme nervioso, tenía ansiedad. Mi respiración se aceleraba. Imaginé cómo sería un cardiograma conectado a mí: los pitidos estarían acelerando a un ritmo alarmante. Sabía que algo malo me pasaba, pero estaba solo tirado en el suelo, atado a una camilla mientras me agitaba violentamente.
Finalmente, todo se volvió oscuro. Era el momento en el que el pitido dejaba de ser intermitente y dibujaba una línea recta en el cardiograma. No más sacudidas en la camilla, no más miedo ni preocupación, todo acabó tajantemente. Y sin saber muy bien por qué ni qué significaba realmente, recordé unas palabras en verso pronunciadas por una voz femenina, dulce y suave como deberían sonar las campanas del cielo:
“Say tomorrow, I can follow you there. Just close your eyes and sing for me. I will hear you, always near you and I’ll give you the words, just sing for me.”

lunes, 12 de diciembre de 2011

Survival Horror vuelve este Miércoles.

Como lo leeis. Tras un agradable y largo paroncito, Survival Horror volverá este Miércoles con las pilas cargadas, con más sorpresas y situaciones insostenibles que nunca. Sensaciones a flor de piel, nuevos personajes y peligros dementes se auguran en los próximos capítulos, no os los perdais, superarán lo presente.
Un saludo a todos.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

CERRADO POR PUENTE

Debido al famoso puente de Diciembre, esta semana no habrá nuevo capítulo de Survival Horror. Por falta de tiempo mío para escribirlo, y probablemente también falta de tiempo vuestro para leerlo. De todas formas, me complace informar que ya está todo preparado para la semana que viene. De esta forma aprovecho también para deciros que he puesto publicidad en la página, para los que no se hayan dado cuenta, que podeis entrar y ojearla cuando querais.
Se que muchos aun no habéis terminado los cuatros primeros capítulos, así que es un buen momento para no seguir avasallando con más capítulos nuevos y daros una semanita de respiro para que os pongáis al día. Gracias por la comprensión y pronto estaremos viendo cómo Cojones y Meatball las pasan putas.
Un saludo.
Alberto.